El pasado jueves, las calles del distrito Centro de Madrid fueron testigos de una de las procesiones más emblemáticas de la Semana Santa en la capital. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto con el delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, y los concejales de los distritos de Centro y Ciudad Lineal, Carlos Segura y Nadia Álvarez, se unieron a los fieles en la solemnidad religiosa que la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena ha venido celebrando de manera ininterrumpida durante décadas.
La multitud observó con emoción el paso del impresionante conjunto escultórico de Jesús del Gran Poder, obra del renombrado escultor José Rodríguez y Fernández-Andes. Fue bendecido el 20 de marzo de 1942 en la Iglesia Parroquial de Santa Cruz de Madrid y sometido a restauración a finales de 1997 en el Taller de la Almudena. Este paso, cargado de historia y devoción, fue inicialmente el único protagonista en la madrugada del Viernes Santo de 1946, marcando así el inicio de una tradición que perdura hasta hoy.
A su vez, la imagen de María Santísima de la Esperanza Macarena, creación del escultor Antonio Eslava Rubio, procesionó con el característico paso de palio sevillano, cargado por hermanos costaleros. Aunque guarda gran semejanza con su homónima de Sevilla, posee una identidad única. Fue objeto de restauración en el año 2000, renovando su esplendor en el Taller de la Almudena.
La procesión de Jueves Santo, que inició como una sencilla “estación de penitencia” en los años 40, se ha convertido en un esperado acontecimiento que mezcla fe, arte e historia en el Madrid de los Austrias. Cada año, la salida de la cofradía en la tarde-noche del Jueves Santo atrae a fieles y curiosos que buscan vivir una experiencia de recogimiento y tradición en el corazón de la ciudad. Esta celebración destaca no solo por su importancia religiosa, sino también por su capacidad de mantener vivos los valores y costumbres que, generación tras generación, siguen emocionando a quienes tienen el privilegio de participar en ella, ya sea desde las filas de la devoción o como espectadores de la solemnidad y el respeto que imperan en cada paso.