Alicia Bárcena, secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, ha quedado en el centro de la controversia tras la organización de un evento en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) que, inicialmente presentado como una recepción diplomática para celebrar la amistad entre México y Rumania, se reveló como una boda en la que su excolaborador Martín Borrego tuvo un papel central. Bárcena ha salido al paso afirmando que desconocía los verdaderos motivos del evento y que la organización del mismo fue un «quebrantamiento de confianza» por parte de Borrego, quien utilizó su posición en la cancillería para asegurar la locación. Este incidente ha puesto a Bárcena en la difícil posición de defender su integridad y trayectoria en medio de acusaciones de falta de juicio y de gestión inadecuada de su equipo, lo cual ha generado un debate en torno a las prácticas dentro del gobierno de Claudia Sheinbaum, especialmente en lo que se refiere a la austeridad y el manejo ético de los recursos y espacios públicos.
En un país donde el discurso de austeridad es central para el gobierno de Sheinbaum, esta situación representa un riesgo considerable para su imagen y la de su administración. Mientras Bárcena se posiciona como víctima de lo que considera un intento de difamar su extensa y hasta ahora intachable carrera, las críticas no han sido menores, cuestionándose su capacidad para actuar a la altura de las expectativas que la presidenta y su gobierno promueven. La polémica se ha visto además alimentada por comentarios que sugieren que estos eventos podrían ser intentos para minar sus aspiraciones futuras en el ámbito internacional, como su posible candidatura a secretaria general de la ONU. En última instancia, es Sheinbaum quien está viendo afectada su credibilidad y la de su gobierno, mostrando que, a pesar de las declaraciones de honestidad y eficacia, el liderazgo y el comportamiento ético de sus colaboradores tienen aún mucho por demostrar.
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