Con la llegada del otoño, los ácaros del polvo se convierten en una preocupación para la salud respiratoria. La alergóloga Eva Lasa, de Policlínica Gipuzkoa, advierte que la bajada de temperaturas y la mayor humedad en interiores favorecen su proliferación, afectando a quienes sufren de alergias.
La combinación de temperaturas templadas, humedad superior al 50% y menor ventilación en los hogares crea un entorno propicio para estos organismos. Alimentados por escamas de piel humana, los ácaros desencadenan picor de ojos y nariz, estornudos, congestión y, ocasionalmente, síntomas bronquiales como tos y dificultad para respirar. Estos síntomas, a diferencia de un resfriado común, carecen de fiebre y dolor de garganta, y tienden a persistir.
Lasa alerta sobre la conexión entre las alergias a los ácaros y el asma. Aproximadamente el 40% de quienes presentan síntomas nasales pueden desarrollar asma, y muchos asmáticos alérgicos también sufren de rinitis. Es esencial tratar ambas condiciones conjuntamente para evitar complicaciones.
Para combatir los efectos de los ácaros, se recomienda mantener la humedad por debajo del 50% con deshumidificadores y eliminar elementos que acumulen polvo, como alfombras y cortinas. Las fundas antiácaros en colchones y almohadas, además de lavar la ropa de cama a más de 60°C y utilizar aspiradoras con filtros HEPA, son medidas preventivas cruciales.
El tratamiento contra las alergias a ácaros se sostiene en la evitación, medicación —incluyendo antihistamínicos y corticoides— e inmunoterapia, esta última efectiva para modificar la respuesta del sistema inmunitario.
La doctora Lasa urge a consultar a un alergólogo si se sospecha una alergia. Un diagnóstico puede lograrse en 15 minutos con una simple prueba cutánea. Detectar y tratar estos síntomas evitará que afecten la calidad de vida, el sueño y el estado de ánimo de los pacientes.