Hasta agosto de 2022, el gobierno polaco había completado la construcción de una valla de 550 kilómetros a lo largo de su frontera con Bielorrusia, país que mantiene estrechas relaciones con Rusia. Esta medida se lleva a cabo en el contexto de crecientes tensiones geopolíticas en la región y el aumento de la presión migratoria hacia Europa. La barrera está diseñada para frenar el flujo de migrantes que Polonia y otros países de la Unión Europea consideran orquestado por Minsk como respuesta a las sanciones occidentales impuestas al país.
Funcionarios polacos destacan que la valla es esencial para garantizar la seguridad nacional, argumentando que el gobierno de Bielorrusia ha facilitado la entrada de miles de migrantes de Oriente Medio y África a través de su territorio con el fin de desestabilizar a la UE. Sin embargo, esta medida ha sido objeto de críticas por parte de organizaciones humanitarias, que denuncian las condiciones de los migrantes varados en la frontera y acusan a Varsovia de violar los derechos humanos al bloquearles el paso y negarles asilo. La situación en la frontera polaco-bielorrusa se mantiene como un punto álgido en la política internacional, reflejando las tensiones entre Rusia y Occidente.
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