

El canciller alemán, Friedrich Merz, ha avivado el debate sobre la soberanía tecnológica en Europa con un anuncio que promete tener profundos efectos geopolíticos y económicos. Durante un congreso empresarial en Berlín, Merz afirmó que Alemania no permitirá componentes de origen chino en sus futuras redes 6G y que, «donde sea posible», reemplazará los equipos chinos ya instalados en el 5G por tecnología «propia o aliada». Este enfoque marca un viraje en la política tecnológica de Alemania, afectando tanto a las relaciones comerciales como a la seguridad nacional.
Merz no solo apuntó a China, sino que insinuó una mayor independencia de Estados Unidos y de los gigantes tecnológicos globales. Expresó su intención de llevar este debate al próximo “European Summit for Digital Sovereignty”, donde planea discutir una estrategia que reduzca la dependencia de actores no europeos en el sector tecnológico.
El anuncio se contextualiza en un escenario donde las autoridades alemanas, incluyendo la Agencia Federal de Redes (Bundesnetzagentur) y la Comisión Europea, han calificado a ciertos proveedores chinos como “de alto riesgo”. Preocupa su cercanía al Estado chino y la posibilidad de que sus equipos puedan ser utilizados para espionaje en infraestructuras críticas, lo que motivó la creación de la «cláusula Huawei». Esta normativa permite prohibir el uso de componentes considerados una amenaza para la seguridad pública.
La visión de Merz es ambiciosa: una Alemania y una Europa menos dependientes de la tecnología externa. Sin embargo, surgen desafíos, ya que, aunque existen grandes fabricantes europeos como Nokia y Ericsson, gran parte del hardware de red todavía se produce fuera del continente, y la dependencia de semiconductores de Asia sigue siendo significativa. La «autoproducción» se presenta más como un ideal a largo plazo que como una realidad inmediata.
El mensaje de Merz es claro tanto para Pekín como para Washington. A China le deja claro que el futuro tecnológico de Alemania no incluirá a sus proveedores, mientras que a Estados Unidos y Bruselas les muestra una alineación con políticas de seguridad más estrictas.
Para los fabricantes europeos de telecomunicaciones, este movimiento puede traducirse en nuevas oportunidades, al tiempo que aumenta su responsabilidad de ofrecer precios competitivos y garantizar la seguridad. La apuesta alemana podría potenciar iniciativas como Hexa-X, enfocadas en desarrollar el 6G en Europa, y promover redes desagregadas como Open RAN, para evitar nuevas dependencias de proveedores únicos.
Los operadores móviles alemanes deberán ajustarse a las nuevas directrices, lo que implicará costos adicionales y posibles reestructuraciones contractuales. A nivel europeo, la decisión alemana presiona a otros países a reconsiderar la presencia de tecnología china en sus redes, endureciendo el panorama regulatorio.
Así, el pronunciamiento de Merz podría establecer un modelo a seguir en la UE o, por el contrario, derivar en regulaciones fragmentadas que complicarían el panorama para los proveedores y operadores. En cualquier caso, la intervención del canciller subraya la importancia de la seguridad nacional y la soberanía digital en un mundo cada vez más interconectado.
Más información y referencias en Noticias Cloud.
