Los conservadores alemanes, encabezados por Friedrich Merz, se preparan para formar una Gran Coalición con los socialdemócratas del SPD, tras una elección marcada por el ascenso de la ultraderecha. La Unión, conformada por la CDU y la CSU, se alzó con la victoria electoral al obtener el 28,5% de los votos, mientras que el SPD alcanzó su peor resultado con un 16,4%. Sin embargo, el gran cambio se dio con Alternativa para Alemania (AfD), que con un 20,8% de los votos se erigió como la principal fuerza de oposición, algo sin precedentes en la política alemana. La alianza con el SPD permite que la Unión asegure el poder, aunque no sin enfrentar retos, incluido el fortalecimiento de Europa y la reevaluación de la relación con Estados Unidos, en un contexto global cada vez más incierto.
La composición del nuevo Bundestag y la conformación del gobierno están en un punto crítico debido al fracaso de los liberales del FDP y la Alianza Sahra Wagenknecht para superar el umbral del 5%, lo que los deja fuera del parlamento. La exclusión de estos partidos minimiza la necesidad de integrar a los Verdes en la coalición gubernamental, facilitando el proceso aunque sin garantizar estabilidad a largo plazo. En este panorama, el SPD deberá asumir una posición más decisiva sobre Ucrania y flexibilizar su postura fiscal, mientras que Merz busca rápidamente consolidar el gabinete para antes de la Semana Santa. La creciente presencia de la AfD y su agenda de extrema derecha pone en tensión la capacidad de las fuerzas tradicionales para establecer mayorías viables y llama la atención sobre la profunda polarización política que vive Alemania, un desafío crucial para su futuro político y social.
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