La reciente incorporación de Adrian Newey a Aston Martin evidencia la ambiciosa estrategia de la escudería dirigida por Lawrence Stroll. El magnate canadiense busca revitalizar la marca británica y posicionarla como una fuerza dominante en la Fórmula 1, alejándose de la imagen puramente glamurosa asociada históricamente con James Bond. Después de fichar a Fernando Alonso en 2023, Stroll ha logrado atraer al ingeniero más influyente de la era moderna, con la esperanza de obtener resultados tangibles para 2026, cuando entre en vigor el nuevo reglamento técnico. La noticia llega en un momento crucial para la escudería, que ha mostrado una notable caída en rendimiento en la actual temporada, reflejada en la posición de Alonso y Lance Stroll en la clasificación general.
El fichaje de Newey surge como una medida desesperada para revertir el fracaso del monoplaza AMR24, que ha demostrado su incapacidad para alcanzar los podios en las 16 carreras disputadas hasta ahora. Pese a las limitaciones contractuales que le impiden asumir sus funciones hasta marzo, el ingeniero aerodinámico sigue vinculado a Red Bull, trabajando en el desarrollo del superdeportivo RB17. Esta transición es observada con interés por el mundo del automovilismo, especialmente debido a las cláusulas de «gardening leave» que prohíben a Newey colaborar activamente con Aston Martin hasta que finalice su vínculo con Red Bull. En medio de este contexto, la escudería de Silverstone mantiene esperanzas de revivir sus aspiraciones competitivas en el mediano plazo, confiando en que el legado técnico de Newey genere el impacto deseado en el equipo.
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