En la actualidad, el mundo de las series de televisión ha sido sacudido por un inesperado fenómeno: «Nadie quiere esto», la comedia romántica de Netflix protagonizada por Adam Brody como Noah Roklov, ha capturado la atención y el suspiro de miles de mujeres heterosexuales. La serie presenta la historia de amor improbable entre Noah, un rabino carismático e ingenioso, y Joanne, una podcaster agnóstica encarnada por Kristen Bell. A pesar de todos los obstáculos que el título sugiere, incluyendo diferencias culturales y personales, la narrativa fluye alrededor de una historia de amor que parece devolver la fe en el romance heteronormativo en tiempos de creciente escepticismo. La representación de Adam Brody como un galán moderno ha resonado intensamente, recordando a muchos su icónico papel de Seth Cohen en «The OC», lo que ha reavivado antiguas fascinaciones de una generación que busca desesperadamente un «buen tío».
El atractivo de Brody en la serie no radica solo en su físico o en el carisma del personaje, sino en la forma en que refleja una nueva masculinidad que las mujeres aprecian y buscan: hombres que disfrutan de la compañía de mujeres, que las escuchan y comparten con ellas momentos de genuina diversión. Este fenómeno fue rápidamente reconocido por la crítica cultural, quien señala que actores como Ryan Gosling o Paul Mescal comparten este rasgo significativo. Mientras que el judaísmo en la trama es un matiz secundario, lo que realmente destaca es cómo la serie presenta una relación en la que el respeto y la comprensión mutua están en primer plano, enfatizando una nueva fórmula romántica que, aunque puede parecer tópica, se siente sorprendentemente refrescante y satisfactoria para una audiencia femenina que ha estado demasiado tiempo desencantada con las narrativas amorosas convencionales.
Leer noticia completa en El Pais.