En un reciente giro en el prolongado conflicto sirio, una coalición de grupos rebeldes encabezados por los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) ha capturado la ciudad de Alepo y varias localidades aledañas, marcando la mayor ofensiva de la guerra civil en años. La ofensiva se encontró con escasa resistencia por parte del ejército regular sirio, lo que ha reavivado viejas tensiones en una región extremadamente volátil. Este conflicto, que comenzó en 2011 en el contexto de la Primavera Árabe con protestas pacíficas contra el régimen de Bachar el Asad, se transformó rápidamente en una guerra civil debido a la violenta represión del gobierno. Desde entonces, el país ha sido escenario de múltiples enfrentamientos entre el gobierno, respaldado por Irán y Rusia, y diversas facciones rebeldes apoyadas por potencias como Turquía, Arabia Saudí y Estados Unidos.
El gobierno de Asad, que había recuperado el control de la mayoría del territorio sirio tras años de conflicto, ahora enfrenta una renovada amenaza y ha prometido aplastar a los llamados «terroristas», con la asistencia de Rusia, que ve la ofensiva rebelde como un ataque a la soberanía siria. Mientras tanto, Estados Unidos, que mantiene una presencia militar en la región dirigida principalmente contra el Estado Islámico, se ha desvinculado de la reciente ofensiva de HTS, a la que considera una organización terrorista. Occidente, incluyendo países como Reino Unido, Francia y Alemania, ha instado a la desescalada del conflicto para evitar una mayor inestabilidad en una región que ya está lidiando con tensiones derivadas de otros conflictos en el Líbano y Gaza. La situación es un recordatorio de la complejidad del tablero geopolítico en Siria y el delicado equilibrio de poder en el Medio Oriente.
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