En un reciente bombardeo en Yemen, al menos 38 personas han muerto y más de 100 han resultado heridas tras un ataque de Estados Unidos sobre el puerto petrolero de Ras Issa, en la provincia de Hodeida. Este ataque, reportado inicialmente por el canal de televisión Al Masirah, asociado a los rebeldes hutíes, ha generado una contundente respuesta internacional y local. El Comando Central de Estados Unidos ha declarado que el objetivo del ataque fue destruir instalaciones controladas por los hutíes, quienes se beneficiaban económica y militarmente de ellas para financiar sus operaciones. El puerto de Ras Issa forma parte de una red clave para las importaciones y la ayuda humanitaria en Yemen, pero también ha sido señalado por EEUU y otros países como un punto de comercio ilícito de petróleo que sostiene las actividades de los insurgentes.
En respuesta, los hutíes han calificado el ataque de «crimen de guerra» y denuncian que es una violación flagrante de la soberanía de Yemen, argumentando que el puerto sirve a necesidades civiles y es esencial para la población yemení. El ataque ha sido duramente criticado por los rebeldes, quienes aseguran que busca bloquear el acceso a suministros esenciales como represalia por su postura política en apoyo a Palestina. Mientras tanto, el gobierno internacionalmente reconocido de Yemen, por medio del ministro de Información Muamar al Eryani, ha responsabilizado a los hutíes por utilizar estas instalaciones para actividades ilícitas. En medio de este complejo escenario, Estados Unidos, bajo la directiva del presidente Donald Trump, continúa su campaña de bombardeos, que ha escalado tensiones en la región, provocando reacciones beligerantes de los insurgentes hacia buques estadounidenses e israelíes.
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