El 28 de junio, las calles vuelven a cobrar vida con una reivindicación clara y contundente: el Orgullo no es una festividad superficial ni una simple estrategia de mercadotecnia adornada con banderas arcoíris. Para el colectivo LGTBIQA+, es una manifestación de lucha, memoria, rabia y deseo; una lucha de la clase obrera organizada que resiste la violencia cotidiana que enfrentan día a día.
La Confederación General del Trabajo (CGT) ha dejado en claro su postura: no van a permanecer en silencio mientras se les niega el acceso al empleo, se les despide, se les expulsa de sus hogares, se les excluye de servicios públicos o se les agrede por ser quienes son. Desde abajo, se organizan para defender sus vidas, cuerpos y espacios.
En el último año, las agresiones contra el colectivo LGTBIQA+ en España se han duplicado, afectando al 16,25% de sus integrantes: más de 800.000 personas han sido agredidas. Sin embargo, la violencia va más allá de los ataques físicos. Más de 1,2 millones han enfrentado discriminación al intentar acceder a derechos básicos como empleo o vivienda. Las instituciones, que deberían proteger, a menudo fracasan en su misión.
La persecución hacia ciertos colectivos LGTBIQA+ no se detiene. Según el Movimiento Marika de Madrid, bajo el pretexto del “chemsex”, se han intensificado las redadas y la vigilancia que criminalizan las redes de apoyo mutuo y resistencia. Además, la juventud del colectivo ha sido objeto de una preocupante escalada de represión.
En el ámbito educativo, uno de cada cuatro jóvenes LGTBIQA+ ha sufrido acoso escolar sin recibir apoyo institucional. El abandono escolar asciende al 18,9%, y la visibilidad del profesorado en estos temas es menor al 30%. La reciente Ley Trans estatal ha representado más trabas que avances, eliminando medidas vitales como la gratuidad en el cambio de nombre.
El panorama laboral es igualmente desalentador. El 70% de las personas LGTBIQA+ en edad laboral no se atreven a mostrarse como son en sus empleos, y un 10% ha enfrentado despidos o bloqueos profesionales debido a su identidad. La precariedad se ve amplificada para las personas trans, migrantes o disidentes.
A nivel global, la situación es alarmante. En 62 países se penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, con la pena de muerte vigente en 12 de ellos. En Europa, los derechos están en retroceso, con políticas que invisibilizan y persiguen al colectivo.
Desde la CGT, se aboga por un sindicalismo inclusivo que denuncie las violencias sufridas y promueva la transformación social, abrazando todas las identidades. Este 28 de junio, con orgullo y determinación, se enfrentan a los discursos de odio y la extrema derecha, defendiendo un Orgullo que no se vende, sino que se lucha y se vive.
Porque, ante la adversidad, el Orgullo sigue siendo un grito de resistencia: ¡Por un Orgullo combativo y de clase!
Fuente: CGT