En Estados Unidos, la expiración de los derechos de autor sobre una obra se produce 95 años después de su publicación, lo que ha generado un interés creciente entre historiadores, académicos y el público en general por las obras que pasan al dominio público cada año. Este cambio permite que las obras literarias, musicales y artísticas de la década de 1920, que ya han cumplido este plazo, puedan ser redistribuidas, reinterpretadas y reutilizadas sin restricciones legales. El paso de estos materiales al dominio público no solo democratiza el acceso a la cultura, sino que también abre nuevas oportunidades en diversas industrias, desde la edición y el cine hasta la tecnología y el diseño.
Este fenómeno ha sido observado con obras icónicas que han dejado de estar protegidas por derechos de autor, como las novelas de F. Scott Fitzgerald o las composiciones de George Gershwin, permitiendo así que estas joyas culturales sean reimaginadas y adaptadas por una nueva generación de creadores. Sin embargo, el debate sobre la duración de estos derechos persiste, con algunos argumentando que la protección debería ser más corta para fomentar la creatividad y el acceso, mientras otros defienden la necesidad de mantener la protección por periodos extensos para garantizar que los autores y sus herederos reciban el beneficio económico de su trabajo durante un tiempo considerable. A medida que más obras antiguas se suman al dominio público, el paisaje cultural y creativo sigue evolucionando, reflejando un balance entre innovación y protección de los derechos de los creadores.
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